FERIA DE BILBAO.- 2014
Esperábamos con impaciencia la llegada de esta feria con la expectativa de aportar algo novedoso, la incertidumbre sobre la respuesta de la afición taurina del pueblo vasco, el matiz de sus hechos diferenciales, la nobleza bruta de sus conceptos y también, siento decirlo, como huída de ese toreo bonito pero algo empalagoso y repetitivo que aportan las plazas de aroma y sabor a tocinillo de cielo.
Supongo que estas expectativas no defraudaron, aunque no siempre lo hicieran en sentido positivo. Fue claramente una feria dominada por “los gestos”, gestos que intentaban entrelazar lo heroico con lo rentable, gestos propios de la idiosincrasia de esas gentes tan típicamente desafiantes, arrojados, un poco “chuletas”, en fín, lo que se dice tipos “echaos pa’alante” de Orduña 2 pa’ abajo”, y gestos variados, mano a manos, encierros solitarios, desafíos, asimetrías, ferocidades, en fin menú variado intentando levantare una afición que –curiosa paradoja de los bilbaínos – en algunos aspectos parece querer imitar a su vecinos – y por lo tanto enemigos – giputxis.
Para poner un ejemplo de “la primera en la frente”: resulta que Dn. Ricardo Gallardo, con su Fuente Ymbro también es capaz de quedar mal, de sacar una reata de toros horribles, descastados, mansos hasta la apología y tan perversos como un golfo de puerto viejo de mercancías.
Con sus 6 recados tuvieron que vérselas tres hombres valientes que dejaron constancia de su hombría, y así Manolo Escribano nos ofreció sus saberes y temeridades en percales, franelas y garapullos, con algún detalle que encogió el alma. Cuando parecía que lo tenía todo dominado en el segundo de su lote, el Fuente Ymbro le esperaba en esa suerte suprema en la que el sevillano quería rematar con su firma la que había desarrollado en la faena, y no solo no se dejaba matar sino que fue él quien estampó su firma con las afiladas agujas de su cornamenta en el vestido de torear al que hizo varios sietes o una rúbrica que para sí quisiera la espada del El Zorro.
El segundo toro abusó de la ingenuidad y benevolencia de Alberto Aguilar y le mando rápidamente sobre la lona. Medio “grogui” pudo trastear al animal hasta matarlo, y en un gesto que tenía tanto de inconsciente como de pundonor, salió a matar el que le quedaba sin querer – o poder – verle otras posibilidades.
Saúl Jiménez Fortes tiene una enorme afición, a la que se añaden probablemente deseos no confesados de sus padres, y también él ha nacido para la temeridad, pero aún no tiene habilidad de torería. Es mejor que espere a que le llegue o se entrene para que aparezca. El hule no es buena escuela de magisterio y como dice el refrán, el valor se escapa por los agujeros de las cornadas. Su primer toro, boxeó implacablemente con él, le abofeteó de mala manera y lo dejó preparado para hacer de Ecce Homo en la próxima Semana Santa malagueña. Hasta ahora, parece su futuro más verosímil.
Resultado, también a Fuente Ymbro se le ha metido un demonio en su dehesa, esperamos que lo resuelva o haga exorcismos si quiere recuperar su nombre.
La segunda, nos trajo la impagable emoción de la incertidumbre del encuentro hombre-toro. Alcurrucén envió un encierro bien presentado, variado de intenciones y de fuerzas, pero aceptable a la categoría de esta aplaza.
El primero en saltar al ruedo nos congració con nuestra afición taurina. Era un toro que nos pareció manso de libro, pero que tapaba esa condición con una enorme casta, sin clase, saliendo siempre con la cara por arriba, indómito, con la codicia de sus querencias y con una estancia en el ruedo móvil y correosa digna de su estirpe núñez. Frente a él, de inocencia y oro, con remates de ambición a figura estaba Paco Ureña, traído por los pelos desde su arte novilleril. Y por fin vimos el encuentro entre un animal bravo (¡que no salió de toriles sabiendo torear!) y el esfuerzo de un hombre empujado por la gratitud de un cartel intentando forzar arte sin un previo dominio. ¡Qué pena de nuestra calvicie para que se nos hubieran erizado más pelos en cada embestida incierta! ¡Qué baño de emociones nuevas apostando vehementemente por la vida de alguien de nuestro género humano! ¡Gracias señores por raernos otra vez la verdad a los ruedos!
No quiero olvidarme reseñar que cuando las fuerzas se fueron apagando y los dos se sintieron más cómodos en la querencia a tablas, así como con el más llevadero segundo, Paco Ureña dibujó los lances más artistas de la tarde: largos, hondos, cadenciosos, de pata’alante, y ligazón de conjunto. ¡Lástima que la espada le quitara las orejas.
¡Atención con Joselito Adame!. ¿Recuerdan Uds., que en la primavera aterrizaron a probarse muchos toreros mexicanos. Bueno, pues solo ha quedado él, los envió a su casa o al banquillo. No nos engañemos, Adame es un grandísimo torero. De capote brillante mexicano pero también enseñante a lidias, y de muleta tan firme y poderosa que en el escalafón actual solo puede compararse a El Juli. Su valentía convierte en rutina lo que a veces no es imaginable. Su saber transforma en fácil lo imposible. Está en la cabeza del circuito. Ciego será el que no lo vea. Se llevó una oreja, pero sus méritos van por otro sitio que por la quincallería.
Y Juan del Álamo, un hurra por su terca insistencia – y la de su apoderado – a encontrar un lugar en ese escaso y apretado abanico de posibilidades que los carteles admiten. Toreo fino, elegante, de campo-señorito, gustando, gustándose y buscando el gusto del propio toro que encuentra placentera la libre expresión de su armonía. Toreo de descansos, de búsqueda de ligazones no siempre logradas, pero toreo clásico de siempre, de lances largos, muy bien templados, interminables a los que ayuda la cintura cimbreada del torero. Todo eso ofrece Juan. Un buen toreo, tal vez no excelente pero sí un buen toreo aunque escaso de apreturas. Su camino es el bueno, su riesgo es que empiece a despegarse, a torear en línea y a repetir su faena sin contar con el oponente, es decir al toreo fácil, o ese que yo me he empeñado en llamar “nuevo estilo levantino”. Como esta vez no se demoró con la espada, se llevó una oreja que me pareció más premio al conjunto que a una determinada faena. ¡Bien por el Sr. Presidente!
Y al fin llegó el primer “invento del programa”. La empresa, con esa buena fe que tienen los nobles hombres vascos, preparó un homenaje por sus 25 años de alternativa y de éxito, refrendados siempre en este coso, a Pablo Hermoso de Mendoza, rejoneador, y a Enrique Ponce, torero y matador de toros, en la ingenua creencia de que como se manejan con el toro bravo, las dos aficiones tienen algo en común (craso error), y como expresión de reconocimiento y gratitud a un trabajo prolongado (gesto de nobleza y gratitud). Esto, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, Franco lo hubiera resuelto con una medalla al mérito del trabajo, y la afición, por sí misma tal vez lo habría realizado con la organización de una corrida-homenaje- internacional-grandioso como lo hizo en su día con un vasco famoso, Telmo ZARRAonaindía por ser un genuino representante de la “Furia española” ¿a ver qué vasco o vasca que se tenga por valiente o valienta, se atreve ahora a presumir y defender esa cualidad? Ninguno ¿verdad?. Me lo imaginaba.
Bueno pues ahora los tiempos han cambiado y en la hora de lo que pereciera un aviso de retiro, los presuntos jubilados celebran esa fiesta trabajando, que esto no sé si es bueno o malo; porque tiene de bueno reconocer la valía de la experiencia y de malo que taponan la salida y desarrollo de nuevos valores al ocupar permanentemente el escalafón. ¡dejémoslo a la conciencia personal de cada cual!. El caso es que ahora celebran esa longevidad laboral no con una jubilación que sería lo lógico, sino con la pretensión de dar clases magistrales. ¡qué se le va a hacer, la auto-estima es la auto-estima, y la necesidad de espejo no desaparece nunca!
Empezó la función y los dos protagonistas fueron recibidos con el entrañable “aurresku” de esas tierras – ahora país -, y que en otros lugares se denominarían bailes regionales con saltos y zapatetas.
Y claro, por protocolo empezaron los caballeros. Dn. Pablo Hermoso de Mendoza, noble y esforzado paladín del rejoneo español donde los haya, sacó al menos 7 u 8 caballos, todos capaces de torear y de hacer quiebros y filigranas ante un toro como no lo hacen muchos diestros de primera fila. No entiendo mucho de esto, y hacía tiempo que no veía un espectáculo de rejoneo pero agradezco que haya desaparecido aquél tiempo en el que los caballistas hacían en el ruedo ejercicios de doma andaluza. La doma es una cosa, y el toreo otra. Lo que hacen ahora me parece mucho mejor y más verdadero que lo de antes. En mi poco valorable juicio, creo que PH de M., hizo una gran faena en el primero que no fue premiada porque falló a muertes, y una segunda más vulgar que sí fue premiada porque mató bien y pronto (ya seque en esa zona entiende de eso y aquí o se es virtuoso en el arte de la muerte o hay que emigrar). Su tercer toro era un victorino y ví lo que nunca hubiera querido ver; las defensas de un albaserrada “arregladas” para el ejercicio del toreo. Sentí una mezcla de pena, impotencia y dolor que no quise ver más el espectáculo. Luego me dijeron que había estado mal, y me alegré.
Y después llegó Ponce. Seguramente no es santo de mi devoción, pero nadie me gana en respeto a su trayectoria, en subrayar su calidad de Maestro y en reconocer en él la técnica de torear más depurada que se haya visto en la historia de la Tauromaquia. Enrique Ponce es – por esencia y referencia – el gran Maestro de Toros a caballo en esa veintena de años que abarca el paso entre los siglos XX y XXI. Y esto quiero declararlo y subrayado de entrada.
Tal vez por deformación profesional, en mi trabajo se estudian conjuntamente la técnica, la teoría de la técnica y la esencia del método, y esto me lleva a aplicarlo a Ponce y su toreo. Ponce hace lo que sabe y lo hace muy bien: eso es la técica. Ponce también sabe lo que hace porque sabe mucho, eso es la teoría de la técnica. Hasta ahí es un perfecto “Artesano del Toreo”. Pero ¿sabe lo que hay que hacer, o sea la Esencia del Método?. Y eso es lo que yo dudo de él. Porque la esencia del toreo es la Emoción, ya sea la emoción del riesgo – se juega con el peligro y con la muerte – o con la emoción del gozo estético, y dar con esa tecla es lo que convierte el toreo e Arte, no en artesanía. Es la misma diferencia que hay entre la pieza de bisutería y la joya. Y me temo, o no veo que él lo haya integrado en su toreo. EP., nos trasmite facilidad, pulcritud (puede pasarse corridas y corridas sin llevar su traje a la tintorería), comodidad y hasta rutina. Y no voy a entrar aquí en que si torea despegado, sacándose el toro para afuera, que si hace el toreo de perfil o en línea, que si aprovechado viajes, etc.,, de eso ya hablan los críticos enfadados con él. Enrique Ponce pasará a la Historia de la Tauromaquia, se estudiarán sus faenas y su técnica, pero para mí, evitó o no llegó a conectar con la esenia de ser torero. Lo siento pero como lo cortés no quita lo valiente: ¡enhorabuena por sus 25 años de éxito en un lugar de privilegio y en una disciplina tan difícil!.
Dibujo 139.- Modelo de “alternancia democrática”: A caballo a pie, y vuelta a empezar:
Pablo Hermoso de Mendoza y Enrique Ponce.
Pero no han quedado ahí los desafíos, la Empresa nos tiene preparados más, algunos más extravagantes que otros, y seguramente todos dotados de una intencionalidad que no siempre es exactamente percibida desde afuera.
Por ejemplo, sabedores de que la Rivalidad es un ingrediente casi natural para dar mayor emoción y sentido a las Corridas (no olvidemos que son continentes y moduladores de las ansiedades venidas de escondidos sentimientos fratricidas), nos presenta un mano a mano desafiante entre 2 de las figuras cabeceras del Escalafón. Pero para que veamos que los vascos son esencialmente pacifistas – lo que pasa es que desde lejos les entendemos mal – , el desafío es un “desafío Estético, de Arte, más o menos una especie de Juegos Florales Taurinos a los que van a acudir como competidores Morante de la Puebla y Josemari Manzanares, en el terreno de justas de las vacadas, hoy venidas a menos, de Núñez del Cuvillo. En un momento soñé, o aluciné, que iba a presidir el festejo el Sr. Otegui, teniendo como asesores a Josu Ternera y De Juana Chaos, pero no, desperté a tiempo., Estaba Dn. Matías como siempre. Gracias a Dios
Bueno, pues ya ven Uds. A pesar de esta mala baba surrealista que a mí me sale con tanta frecuencia, la “cosa” salió bien, y… ¡pásmense! si hubiera que dar un ganador, esta vez lo sería Morante con bastante largueza. Toda la corrida la resumió un quite por chicuelinas que inició Manzanares largando lucho trapo y replicó Morante con otras ceñidas, trayendo al toro toreado y con el capote bajo. ¡Ya ven Uds, una cosa es la bisutería y otra las joyas! Solo se confunden de lejos, con poca vista y menos experiencia.
Morante empezó con un toro flojito, o aflojado en varas por “el Aurelín” pero tenía un aire bonachón que le permitió a José Antonio traer todo el garbo y pinturería sevillana que nos llenó la memoria de estampas belmontinas. Toreó suave – el toro no hubiera soportado la violencia – pero nos gustó su empeño en torear con hondura y bajando la mano. No le gustó se segundo, un precioso “jabonero” de estampa al que no quiso ni ver. Probablemente no le gustaba el color. Y con ese buen gusto del primero y la “morantada” del segundo llegamos al 5º de la tarde, el toro de los quites antes señalados y en el que el toro y su torero se crecieron hasta hacer un conjunto de faena que si no fue todo lo armónica que soñamos que sabe y puede hacer el sevillano, llenó la plaza de un muestrario de torería, de lances hondos, de remates insospechados, adivinados, inventados y graciosamente inspirados; en fin, todo un cuerpo y un avío desarrollados para el arte con un toro.
Josemari por contra no aprovechó el buen lote de Cuvillo; no estuvo mal porque nadie hubiera podido estarlo con aquellos toros tan buenos que le tocaron en suerte, pero nos ofreció una torería banal, superficial, sin duende ni estética. Su primero era un toro-torero a pesar de su escaso trapío que sabía torear muy bien, mejor que él. Iba y venía descolgado, buscando una muleta baja para hacer un recorrido circular y cerrado sobre sí mismo. Frente a ello se encontró una muñeca rígida que le señalaba una línea recta y que no le obligaba a la repetición ni a las apreturas. Por allí, entre torero y toro, pasaba tranquilamente la sardinera de Santurce pregonando su material. Tampoco acertó matando, cosa en él poco habitual.
Con su segundo intentó hacernos ese toreo fácil y no comprometido. No pudo, el toro no se dejaba porque revolvía rápido y se rajó muy pronto.
Quiso arreglarlo en su último toro y nos ofreció la conocida faena “levantina” bien estructurada; pero ya nuestra vista se había vuelto para adentro a registrar una y otra vez los lances toreros de Morante en el toro que le precedió. Para más INRI, intentó matar recibiendo y le salió un chapuz horrible hasta terminar con un bajonazo infame
Lo dicho, y que sirva de precedente, Ganó Morante …. Y el toreo garboso y pinturero.
Dibujo 140.- Rivalidad artística: Juegos florales en el “Botxo”.-
Morante de la Puebla y Josemari Manzanares.
Pero siguen saliéndose bien las cosas a esta Empresa, y me temo que ya no se le puede atribuir a la suerte.
En el siguiente turno, el de los semejantes Garcigrante y Domingo Hernández (tanto monta monta tanto, o los Fernández y Fernández de Tintin), yo creo haber asistido a una de las corridas más completas y variadas que haya visto en los últimos tiempos; desde luego no la mejor, pero sí la más completa y a la que se adaptaron los tres diestros: Enrique Ponce, Julián López “El Juli” y Miguel Ángel Perera.
No soy particularmente “poncista”, y creo que lo he dejado claro en mis escritos, pero Ponce me ha dado una lección. En su primero se mostró como quien es, como el mejor “cuidador” de reses bravas (tendrá buen futuro como ganadero) ante un animal que se caía de maduro. Lo sostuvo en pie hasta el final. No le dieron nada pero hubiera sido una faena de 3 orejas, una para el toro por aguantar de pie los 10 minutos de rigor. Otra para el entrenador que le facilitó ese fondo físico (el torero), y la tercera para la técnica de Ponce, sobre cómo hacer caminar y templar a un animal que tendía a irse a tierra más que los narcisos al agua. Pero en su segundo me mostró el por qué le denominan maestro y él lo acepta. No parecía un toro hábil para la lidia y menos por un lado izquierdo que medía y anotaba más que un sastre. Nos extrañó el brindis del maestro al público con semejante percal, pero este hombre que tiene más paciencia que Job y masque Merlín, consiguió no solo engancharle en la muleta sino que pasara su embestida por la izquierda en una última serie por la que no apostaban ni los ludópatas más suicidas. ¡Enhorabuena Maestro! No fue faena de orejas porque eso por ahora solo tiene medidas de validación subjetiva y silenciosa. ¡Gracias por tu lección!
El Juli no es todavía un “buen cuidador” de toros. Su líbido no ha sufrido todavía la derivación sublimatoria del cuidado de la “prole” y sigue fijada en la satisfacción del dominio del objeto. No puede evitarlo, sabe dominar y su cuerpo se lo pide; por eso sus lances son largos, hondos, de suerte cargada y de quebrar el espinazo del toro. Su primero no le aguantó demasiado. En su segundo que tenía “más aguante” le dominó de principio a fin, donde y como quiso, en los terrenos y suertes que se le antojaron. Casi, casi, su poderío, sonaba a soberbia soez, y a pesar de que probablemente se pasó de faena y el toro terminó rajándose de agotamiento lo que dificultaba su colocación para la suerte suprema, supo cazarlo con una de las suyas y refrendarlo con el descabello a la primera. Bien por el toreo de dominio y de poder en el que se combinan torero y matador de toros, cualidades eternas del toreo.
Y llegamos al Perera, triunfador indiscutible de la tarde. Su primer toro “Hechicero”, fue un toro de bandera al que Miguel Ángel exprimió su toreo. Desde el inicio con esos pases cambiados a la espalda que fija al toro en el platillo y de ahí ya no se mueve hasta la muerte. Perera toreó como en él es habitual; hierático, impávido y mayestático, y ¡claro! el público se puso esdrújulo, o sea de pie. Y así se vino ese nuevo estilo de toreo de un toreo inmóvil y un toro bravo que da vueltas y vueltas en circunferencias perfectas en torno a él; vueltas que solo tienen discontinuidad por los calambres de los brazos del diestro, en este caso no por culpa del toro que parecía dotado para embestidas eternas. Al rato, y cuando ya el horario se acercaba a su fin, empezaron a saltar voces de indulto (por la clase del toro que no la había mostrado en los tercios anteriores), y ahí les entraron las dudas a los dos contendientes (deberían de haber sabido que las dudas solo son útiles antes de casarse y al resentido Hamlet para ganarse la simpatía y favor del público). El caso es que entre las dudas se les fue el santo al cielo, se desconcentraron y perdieron la sintonía de la última suerte que quedó fea y repetida. Total, el toreo perdió la oreja y el toro la vida, a ninguno creo que les consolara la ovación en la vuelta al ruedo.
En su segundo, de extraño nombre, se llamaba “Treinta y Nueve”, un toro en nada parecido al anterior y más bien a “contraestilo” del diestro, Perera lo hizo todo y le puso lo que faltaba. Fue capaz de dominarlo toreándolo, embebiéndolo en su muleta, y al final manejándose en unas cercanías casi más imposibles que valientes. Y esta vez con la espada no falló. Un estoconazo hasta la bola, aunque algo caída, y en menos de ¡diez segundos! el toro rodaba por el sueño sin puntilla. El público pidió la segunda oreja. Dn. Matías muy justamente no la concedió, no era faena para ellas, aunque su tarde había sido una tarde de Puerta Grande y salida a hombros.
Lo que les dije, una enorme, entretenida, variada y didáctica corrida.
El otro invento-desafío que nos tenía preparada la empresa en jornada matinal, nada menos que 6 novillos, todos ellos de Perralajo para José Garrido que viene a confirmar su supremacía en el escalafón de novilleros.
Fábula del “Sastrecillo valiente” realizada en este coso bilbaíno de Vista Alegre. Desafío resuelto con solvencia, seguridad, clase, conocimiento, arte y sobre todo capacidad de improvisación e inspiración a lo largo de los 6 astados, dando a cada uno la réplica adecuada a sus características con una facilidad inesperada para la categoría en que milita. Cortó 6 orejas, que pudieron ser más porque la torería que mostró dejó ver aún más posibilidades de desarrollo.
A lo largo de este año hemos visto a este torero varias veces y nos ha sorprendido la progresiva madurez que ha ido adquiriendo a medida que iba transcurriendo la temporada. José Garrido es algo más que a unión de sus mentores: El Tato y Ferrera; tiene algo personal y genuino de “joven maestro” que le viene de más allá de lo aprendido, de una preconcepción innata del toreo que nos entronca con los otros fenómenos precoces que repitieron el mismo gesto, El Juli, Gallito, etc.. ¡ojalá tenga un desarrollo parecido a aquellos!. La categoría en la que milita le queda corta; si no inventan la de “utrero y medio” se va a ver obligado a dar el salto y esperar entrar en esos “circuitos carteleros” que disparan la fama y el dinero.
Como gesto de bravo, se merece una copla, una copla de la tierra, entonada con la música de la tierra: “desde Santurce (hoy Santutxi) a Bilbao”
Aunque no soy de Bilbao
recorro plazas y villas,
me anuncio: ¡soy el mejor!
de la actual novillería.
Tengo prisa por ganarme
un cortijo y un chalé.
Por eso grito cantando:
¡Yo soy torero y Olé!
Domino al toro,
me adorno bien
y nunca fallo
al volapié.
Me abre la Puerta Sevilla
arranco oreja en Madrid,
me encierro solo en “el Botxo”
porque quiero presumir.
Si alguien me ofrece Dos toros,
le digo que quiero Seis,
como aquél sastre valiente:
¡Yo soy torero y Olé!
Domino al toro,
me adorno bien
y nunca fallo
al volapié.
Dibujo 141.- José Garrido en el Encierro en solitario. “Fábula del Sastrecillo Valiente”
Con la 6ª llegaron los “Jandilla”, tan bien cuidados y promocionados por su dueño Borja Domecq. Dicen, de ellos, que cuando cruzan Despeñaperros cambian para adaptarse a los gustos y exigencias del público del Norte. Solo así, por este cambio mágico, puede entenderse que una divisa habitualmente lanzadora de productos flojos y pastueños, figure siempre en los carteles de las denominadas Ferias del Toro como son Pamplona o Bilbao. ¿es tanta su capacidad de identidad mimético-ambiental para que se modifiquen cosas tan esenciales como la casta? . Hoy teníamos oportunidad de saberlo en su enfrentamiento con tres toreros que no se guardan nada en cada compromiso: Juan José Padilla (verde botella y oro), Miguel Ángel Perera (ciruela y oro) e Iván Fandiño (nazareno y oro), en una plaza vestida de gala pero con excesivos “remates” de cemento (en este caso de azul-asiento) impropios de la categoría de esa Feria, de este cartel y de la lección de torería que ayer se vivió sobre esta arena, oscura de tantos miedos escondidos. ¿Hay alguna razón para esta ausencia de público que pueda solucionarse? Esperemos que la causa no sea ese negro Ébola virus antitaurino nacido en Cataluña y que tan fácilmente se trasmite en células del Sistema Político – y a veces no políticas – repletas de estulticia, esnobismo o rencor.
Bueno, pues el milagro del cambio lo vimos solo a medias. La mayoría de ellos: primero, segundo y sexto, uno para cada diestro, no cambiaron o el cambio se quedó solamente en la superficie de una presencia de ayor corpulencia y trapío que los habituales, pero nada más. Así que o bien pasaron Despeñaperros por el túnel y no se enteraron, o bien venían aleccionados después de ver el film “Ocho apellidos vascos” y sabían simular una apariencia fiera.
A cada uno de ellos le correspondió uno de los diestros; Padilla puso todo el empeño de su voluntad que era mucha pero era más poderosa la flojedad y la querencia a tablas de su oponente que terminó “cantando la gallina” cuando parecía que la pareja torero-toro habían encontrado el toreo en una “altura” adecuada a pasar el toro sin caerse. Perera, más esperado ayer que la venida del Espíritu Santo, le tocó sostener un toro en permanente amenaza de derrumbe y nos enseñó ese toreo dulce de su muñeca que también lo tiene. Bien para los que les gusta la comida de régimen, los demás nos aburrimos. Y el que quedaba, el sexto para Iván Fandiño al que calificaron burraco por su capa y que a nosotros nos pareció más “ensabanao” o “berrendo en negro y carbonero” que otra cosa. El diestro se fue hacia él para pasárselo muy torero con el capote, se fue chulapo y despreciativo para presumir ante sus vecinos. ¡parecía un chico de Neguri!, pero a la vuelta del picador ya había perdido las manos y la chispa, yéndose al suelo cada vez que Iván quería ponerse farruco y hondo. Al final a media altura consiguió algunos buenos lances por el lado izquierdo que se perdieron a la hora de entrar a matar. En vez de ir a comer un señor almuerzo a “estilo vasco”, se perdió en multitud de “pintxos”.
Y vayamos ahora con los otros tres que parecían de mayor enjundia.
El 3º de la tarde no necesita presentación especial, era un asesino ¿por cambio mimético? Nunca actuó como un toro sino como un cazador al acecho de telas y carnes. A raíz de su buena pelea en varas y de un magnífico tercio de banderillas que permitió el lucimiento de Martín y Arruga, se tornó fiero, bravucón, medidor de los terrenos del otro o reservón cambiando la corrida de toros en una carrera de toreros perseguidos. Fandiño dudó si su lugar de procedencia – Orduña – correspondía a Euskadi, que le obligaba a estar arrogantemente valiente, o el último pueblo de la meseta castellana que le hubiera permitido la retirada airosa. Optó por lo primero y fue un valiente colocado ante el animal. Al final, éste mismo en su avaricia de saña se dio muerte al encontrar en el camino de la herida su propia muerte.
El 4º correspondió a Padilla no tenía clase. Se arrodilló para recibirlo y el toro le imitó, fue una táctica engañosa, parecía que el toro se dejaba hacer en pases sueltos sin continuidad ni ligazón, pero una vez que le vió y le prendió, supo donde estaba el diestro y no se lo quitó de encima con sustos y achuchones, uno de ellos tan aparatoso que nos hizo pensar lo peor y solo la mala puntería del animal le salvó de lo que no quiero imaginar. Luego, semi- repuesto Padilla le molineteó (no cabía otra manera de taparse ante el público) y le envió al otro mundo. Pero a todos no quedó su imagen absolutamente inerme caído ante la cara del toro y ofreciendo sin taparse su anatomía. No es habitual que un torero ante situación semejante no adquiera de forma espontánea una postura defensiva de protección ¿por qué Padilla no lo hizo? ¿Acaso la cogida de Zaragoza, de la que él hace esfuerzos sobrehumanos por superar física y psíquicamente, le ha creado un ”circuito de pánico inhibitorio” ante situaciones que traumáticas superiores a sus capacidades de reacción naturales? Alguien le debería de ayudar a pensarlo y a tomar medidas adecuadas.
El último regalo era el 5º que le correspondió a Perera y tuvo la suerte de que éste está en su momento más dulce de dominio, arte, seguridad y compromiso con la tauromaquia porque otro cualquiera se lo hubiera quitado de encima a las primeras de cambio. No solo era flojo y re-caído (se cayó varias veces), sino totalmente feo y desbaratado en cualquiera de sus velocidades. Tapaba su flojedad de manos dando saltos y rebrincando sin parar. No era toro de torear, sino jamelgo de “Rodeo” tejano a montar. (¿a ver si el paso de Despeñaperros lo modificó a la variante de adolescente desarraigado metido a la kalea borroka?). Al final el saber, la paciencia, el poder y a dulzura de un Perera convertido en Institución de correcional – una especie de “madre suficientemente buena” – le volvió a su identidad y logró dos buenas series finales de toro de lidia. Tuvo mucho mérito la función, pero a esas alturas de la Corrida yo ya estaba aburrido y sinceramente me pareció un lujo perdido tanta entrega para misión tan pobre.
Dibujo 142.- «La extraña metamorfosis geográfica de los Jandilla»
Bien, otra; también llena de expectativas por los toros anunciados. Nada menos que la vieja divisa de Santa Coloma en el nombre de Toros de La Quinta, con unos toreros que tenían que venir deseosos de un triunfo no logrado en su anterior intento, El Juli y Fandiño, acompañados por el honrado y valiente Antonio Ferrera.
Digámoslo pronto: Fracaso total de los Toros.
De los dos primeros recordamos un tercer par por los adentros de Ferrera y una entrada a quite por chicuelinas de Fandiño (tampoco del otro mundo). El resto, tanto Ferrera como el Juli, muy a su pesar, no pudieron hacer absolutamente nada.
Fandiño tuvo en su primero un toro que también se caía o se aflojaba pero que daba algunos pasitos. Él, olvidó su toreo engolado y despectivo para humildemente adaptar su toreo a las capacidades de sobrevivir del animal y con mucho temple, a media altura, midiendo distancias y reposos hizo un juego aceptable que se estropeó al final a espadas.
Al 4º de la tarde, segundo de Ferrera que parecía más vivo y fuerte que los demás, Ferrera la pareó firme, valiente, poderoso, arriesgado y artista ¿se puede pedir más? Pues sí, que tenga en nómina un asesor de expresión corporal para evitar ese bamboleo de caderas en sus carreras, que más parecen pasos de salsa caribeña que aires pintureros. Luego ante ese torazo Ferrera intentó lucirse en lances hondos, largos, repetidos y ligados sobre todo por el lado derecho. Progresivamente la faena fue de más a menos; por parte del toro se giró de la nobleza a toro de sentido, y el torero dejó el toreo redondo para ir al pase lineal de carril que cada vez salían menos lucidos. Probablemente, y a pesar de su corpulencia era toro de pocos y buenos pases. Mató a la segunda de una entera y algo desprendida que enfrió al personal.
Mala suerte tuvo el Juli con su segundo, 5º de la tarde, toro flojo y andarín con el que no se podía lograr el menor lucimiento. El Juli dio una magistral lección de buen toreo, el toro era algo borrico y no la aprendió, prefiriendo la cobardía de la flojedad antes que la nobleza de la bravura. Así que: ¡Agur pues, Julián! ¡hasta otra!.Aquí sigue Ud., con crédito
El 6º fue devuelto por flojo, en realidad hizo de chivo expiatorio de toda la camada porque no era más que sus hermanos. Su sustituto tenía más movilidad y Fandiño seguía queriendo agradar al vecindario, así que le aprovechó para hacer una buena faena, sin alharacas, que fue de menos a más, adaptada al toro y casi exclusivamente por el lado derecho. Por el pitón izquierdo no tenía un pase. Lastimosamente también falló mucho a espadas.
Sinceramente, los toros no se merecían ni un trato ni un resultado mejor.
Y llegaron al fin los Victorinos, que alternando con los Miura traen tras sí el grito de ¡Santiago y cierra España!, bueno, menos espectacular aquí solo cierran las ferias.
Con todo su nombre por bandera tampoco fueron capaces de llenar la plaza. Esta mala situación de la Fiesta supera cuqlquiera de mis comnjeturas y solo me queda la magia de las invocaciones y prerrogativas, cuando no la presión social en la calle ¿qué les parecería a Uds., por ejemplo, llevar reatas de toros bravos a los plenos de aquellos ayuntamientos “toricidas” con pancartas solicitando empleo, o “sentadas” de esas mismas reses en las principales vías públicas de edsas ciuidades regidas por esos resnetimients antiespañoles? Se podía probar ¿no?
¿Y qué de los victorinos? Bueno pues como las otras ganaderías, tres toros infames y otros tres toreables. Aunque esta vez no se repartió la suerte y lo malo, lo infame, lo inmanejable se lo llevó todo el bueno de Diego Urdiales. No es lógico ni justo que este buen torero riojano que ha hecho su meritoriaje por el duro camino de los merecimientos propios, se vea condenado a torear solo corridas de las denominadas duras, a ser contratado en plazas de categoría en las que han pasado ya las “figuras” con el ganado cómodo, y en festejos televisados que tanto promocionan para bien o para mal hombres y nombres.
Su primero era un “cobardón” de bandera, de esos petardos que echa Victorino de vez en cuando y de los que hay que soltarse rápido para que a uno no le explote entre las manos. Permaneció aquerenciado en tablas desde su inicio hasta su final con algunos cabezazos por el lado izquierdo que Diego elaboraba hasta intentar, en vano, convertir en pequeños pases. Al final tuvo que desistir y remitirlo al desolladero después de un magnífico espadazo a la segunda. En el otro, no era manso, no, era malo; o se maleó tras un choque inesperado con un loco espontáneo, y el frustrado salto de la barrera. Entraba andando, echando la cara arriba que soltaba en la mitad de la suerte y por el lado derecho era un martirio intentarlo. Urdiales, se fue a la Enciclopedia y nos ofreció el toreo defensivo por piernas que tan poco y tan mal se sabe hacer hora y que él interpretó con soberbia dignidad. La afición le hubiera premiado pero como ahora hay espectadores a la expectativa de un guión conocido y completo, no de lo agradecieron suficientemente. Magnífica también su estocada que tumbó al toro en los medios.
Y luego vino el Cid, al que siguiendo la fábula de los Jandilla sí que le viene bien subir de Despeñaperros para re-encontrar su talla de buen torero. También la de actor, que nos gusta menos. Su primer toro salió con ganas de embestir y Manuel Jesús lo toreó primorosamente con el capote y lo llevó artísticamente al caballo dejándolo de largo para el lucimiento del personal. Buena pica, bien quite a delantales y todos soñando con la posible re-encarnación del Entusiasmo en la persona de El Cid. A partir del segundo quite el toro empezó a perder gas, pero el Cid lo compensó primero con la técnica, a base de miniseries de 2 pases y luego largando la vista a los tendidos con esa sonrisa buscando ecos de complicidad aprobatoria. Mucho esfuerzo y mucha comunicación, él estaba en su salsa. Un pinchazo tendido preparó al toro para el descabello y el público aplaudió su doble actuación de torero-actor.
En su segundo se corrigió. Bien es verdad que era un buen toro, pero también se re-encontró un buen torero, con su izquierda de poderío dulce, con su ligazón y su muñeca educada a abanicos, y en una verticalidad que nos trajo memorias cordobesas. Buena faena sí señor. Buen Torero. ¿Flor de cuántos días?. En principio una Oreja frente a un Toro de Bilbao, y eso hay que hacerlo constar por escrito.
El tercero era Luis Bolívar, también fielmente ligado a esta ganadería como si de un primer amor se tratara. Su primero tenía suficientemente casta y movilidad para hacer cosas buenas con él. Bolívar empezó a torearlo con conocimiento aunque no con dominio, y algo pasó extraño entre ellos, como un secreto malentendido de pareja de viejos enamorados entre los que se afean pequeños defectos, y ya no fueron los mismos. Se volvieron confusos, torpes y malencarados y el amor dejó de existir entre ellos para dar lugar a un final macheteo que frustró la expectativa. ¡En fin, cosas de los desamores!
Su segundo era un torazo, en todo, en trapío, presentación, casta, bravura y ¡hasta nobleza! Era demasiado bueno para las hambres de triunfo de Bolívar que trató de comérselo a bocados, sin reposos, sin finura, lo comió hasta la hartura. La voracidad no facilitada saborear gustoso lo que se tiene entre manos, Y así fue la faena sin música de plaza y sin música de ligazón del toreo. ¡Ay los nervios! Al final un metisaca caído y a la segunda resolvió la situación con los avisos corriendo ya tras sus orejas. Recibió una ovación a una faena más larga que buena.
Y nos vamos de Bilbao. No cantamos el Riau Riau. Nos vamos con la tristeza de ver tantos huecos vacíos en sus tendidos en contraste con esos buenos, bienhechores y vehementes aficionados que siempre ha tenido esta tierra.
Dibujo 143.- ¡Los Victorino y Cierra España!
3 Responses to “Feria de Bilbao”
5 octubre, 2014
MercedesEnhorabuena por lo lograda que está ésta crónica. ¡Olé! por el cartel de la “alternancia democrática” ¡Un perfecto balancín!
Son bien originales sus apuntes sobre: los quites de Manzanares y Morante; las diferencias de la técnica de Ponce; las causas de los sustos con Padilla; o los desamores de Bolívar… Enhorabuena.
5 octubre, 2014
Espontánea¡Vaya copla tan bonita para el sastrecillo valiente!
11 octubre, 2014
Una aficionadaExtraordinario recuerdo y las acuarelas, bárbaras.