SAN FERMÍN 2014
Dibujo 130.- Cartel –anuncio de San Fermín.- Feria del toro.
Dudo de que en las corridas que me toque ver pueda sentirme tan satisfecho como me he sentido en la novillada que inauguró este año esa Feria del Toro tan cuidada por la Casa de Misericordia que sobrevive y soporta embates tan furibundos como son la intrusión turística o visitadora foránea (ni Ernesto Hemingway pudo con ella), o la orgía festiva y enloquecedora de los mozos; quizás porque ambas, son formas explosivas de vida que tratan de negar la muerte. La palabra “fiesta” las une.
Bueno, a lo que íbamos, que ya andan los circuitos neuronales desperdigándose otra vez. Novillos de Perralajo, muy “a lo navarrico”, de presencia seria y amenazadora (parecían toros) para luego, en la cercanía, volverse nobles y amables como el carácter de la tierra que permite tan buenos juegos. Frente a ellos, tres novilleros punteros triunfadores en grandes plazas españolas. Tres estilos y expectativas distintas, tres proyectos de desarrollo que ya tenían a sus espaldas triunfos importantes en plazas certificadoras de idoneidad, pero sobre todo tres tipos humanos de perfiles distintos para el ejercicio del toreo.
Borja Jiménez, sevillano, de familia torera, no puede evitarlo, ya nació torero. Tiene el toreo metido en la cabeza que funciona en unicidad con el toro, en el cuerpo que se quiebra tan fácilmente como respira y en esa muñeca que Dios ha cargado de temples imposibles. Por ser torero tiene valor, y para llegar al arte ha comenzado por iniciarse en una pinturería que posiblemente le haya otorgado su entorno. Por si fuera poco, camina del brazo de un triunfador: Espartaco, que ha sentido en la limitación de su cuerpo la interrupción de un sueño que quiso ser más largo e intenta prolongarse ahora en Borja. No podía evitar triunfar; como es torero trasmite torería a él y a los aficionados, que en simpatía con él también tienen sueños colectivos de Puertas Grandes, y así irán cayendo orejas mientras no haya una fuerza misteriosa que ponga freno a lo que ha parido la naturaleza.
Francisco José Espadas no nació torero pero sabe torear, ha aprendido el oficio y aprenderá más aún. Sin duda tiene muchas posibilidades de ser maestro porque ha elegido estudiar y ejercer la profesión. Toreo exquisito, ortodoxo, pulcro, que no necesita de retorcimientos para ser hondo y largo, pero torero de verdad fabricado para que aparezca incluso ante toros cortos de casta y empuje como le sucedió en sus dos novillos. Y para entrar a matar, también a ley, sobre el toro y contra el toro. Un estoconazo al 5º, sirvió de firma a una oreja que se la merecía desde hacía un rato.
Para completar el trío nos llegó Posada de Maravillas, hasta ahora el penúltimo conquistador de El Dorado taurino que nos trae Extremadura. Es torero, le viene de su linaje, también sabe torear, se le notan las buenas lecciones de la escuela taurina pacense, pero todavía no es matador de toros. Nos deleitó con su toreo tan hondo y largo (traído de lejos y rematado detrás de la cadera) como estético, cimbreado y ligado. Posada gusta y se gusta con un novillo que se prestó fácilmente al triunfo de un toreo que parecía bordado por dedos de monja. Y cuando tenía ganadas merecidamente sus dos orejas, una mala elección de los terrenos, un apresuramiento a la hora de entrar a matar y una forma poco ortodoxa de hacerlo, en esa modalidad de salirse de la suerte y desde un lateral dar un espadazo-capón en el morrillo del toro, no solo le costó la pérdida de trofeos sino además una auto-herida en la mano que le impidieron continuar la lidia….. y pérdidas de contrato.
Dibujo 131.- Novillada de Perralajo: Francisco José Espadas, Posada de Maravillas y Borja Jiménez.
Así que como es LA FERIA DEL TORO, hablemos de ellos, de los toros que vienen a Pamplona, tan seleccionados ellos, tan entrenados ellos, tan bien decorados ellos de cara y cuerna para pasar por fieros en las fotos, tan poderosos de patas como requiere esa modalidad de carrera tras-mozo que se celebra en Pamplona. Todos están muy preparados para quedar en buen lugar en ese festival turístico-taurino que son los famosos 800 metros de la “milla de San Fermín”; luego en el ruedo los resultados son más inciertos.
Los primeros invitados fueron los “Torrestrella”, ya saben Uds., los de siempre con un poquito más de Núñez, y que en su curriculum guardan varias muescas asesinas en sus carreras matinales. Corrieron si, y se enseñaron porque eran bonitos; luego resultaron como los barcos de Gila: de color bien pero no flotaban. Y eso que traía una buena mezcla colorista, los había ensabanados capirote, burracos, negros, coloraos, ¡de tó…!. A la hora de embestir y comportarse como toros no sabían, eran mansos o descompuestos o francamente estrafalarios. Contaron con una terna (Ferrera, Abellán y Luque) que debían de tener un sobresueldo por parte del ganadero para que les taparan sus defectos (de los toros) porque eso fué lo que se limitaron; lidias muy trabajosas para lograr algún medio pasecito y hacer creer a los visitantes que eran toros de Lidia. A esto último también les sirvió el alcohol largamente pródigo y llovido del cielo por estas fechas.
A mí me gustó Abellán, por sus múltiples empatías o similitudes:
– Por su vestido, blanco y negro, a juego con las variadas capas de los toros. Así hay que vestirse sí señor, el turista le agradece este emparejamiento de colores entre lo animal y lo humano, ¿qué cómo fue?, pes no sé definirlo exactamente ¿Iba de “ensabanao” y capirote (por sus greñas)? ¿o iba burraco y meano? … le preguntaremos a su sastre.
– Por su empatía también con el campeonato de fútbol que se celebra paralelamente esos días, y llegó a meter “el gol del cojo” al hacer el partido, perdón la faena, con una lesión de abductores que para sí quisieran Messi o CR7?. Porque tiene mérito estar ante un toro sin apenas poder moverse ¡eh! ¿o era mérito a la bondad del toro que iba y venía sin que el torero se molestara en corregir su sitio?
– Por lo valiente, cojo o no, toro dulce o no, hay que tener madera de héroe para estar en esas circunstancias ante toros cinqueños. Curioso este Miguelito, que en una época que se le suponía la cuesta final de una carrera llena de altibajos, siempre mezclando entusiasmos con apatías, saca ahora una casta que si le hubiera dado continuidad hubieran hecho de él figura de época. Bueno, más vale tarde que nunca …y que se cure bien de sus molestias renales.
2ª de feria: Llegó un mito y una deuda de reconocimiento y gratitud de esta plaza a los Dolores Aguirre, tantos años viniendo a Pamplona con toros adecuados a la categoría y slogan de esta feria, tanto en presencia como en clase y acometividad. Era, aquí, una ganadería-enseña referencia para los demás. Hoy en la segunda ausencia obligada de su dueña, la plaza y la cata de su reata les debían de haber ofrecido una buena imagen para el recuerdo. No fue así. O al menos no lo recuerdo yo muy bien.
Pasó lo que tenía que pasar, que esta Feria- Fiesta de Pamplona contagia mucho, o termina uno sucumbiendo a los vapores somníferos de meriendas y bebiendas, y me temo que me dejé llevar demasiado por ella. Yo venía observando desde hacía varios años que la mayoría de los mozos de sol – que es donde nace el entusiasmo para luego desembocar en la sombra llena de juicios y valoraciones – mantenían durante la corrida una extraña actitud culimirante de lo que pasaba en el ruedo. Lo pensaba como desacato, como ignorancia, como consecuencia de efectos alcoholígenos, pero ahora empiezo a comprender que es una forma adecuada a lo que pasa en el ruedo ciertos días. Ayer era uno de ellos, Doloresaguirre (hija) se trajo una manada que identificó trapío con antigüedad así que vimos toros del XIX en hechuras, talanes y comportamientos, contrahechos, mansos, peligrosos, abisontados la mayoría, deslavazados, y de presencia fiera. Mi amigo, co-tertuliano y ex maestro Don Florentino hubiera calificado con exactitud el momento de la fiesta: progresa adecuadamente hacia atrás, y si la cosa es así, la zona que tendremos para mirarla debe de ser también la trasera. Así que prepárense mozos, cuando la fiesta haya regresado a la prehistoria hagamos todos unos “pelados” para estar en concordancia con ella.
Frente a esta “antigua raza”, la Casa de Misericordia uso tres “toreros viejos”, no solo en edad, sino en limitaciones funcionales.
Uceda Leal, madrileño, se supo aceptable torero y buen matador. De aquello solo ha quedado esto último, y hoy viene a ejecutar su oficio de matarife con el rigor y el rito que impone algo tan solemne como la muerte.
Fernando Marco, torero de la tierra, tiene cada año la oportunidad de ser coherente consigo mismo, un torero viejo hace un viejo toreo. Este año intentó remozar su repertorio con algo que ha visto en vídeos de la torería joven y así le salieron espaldazos, rodillazos, y otras descoyunturas anatómicas impropias de un señor hecho y derecho. Cuando volvió a su ser, le vimos su voluntad.
El aragonés Paulita, fue al que vimos con más hambre de estar todavía en la fiesta, y también a quien le vimos los detalles más toreros, torerísimos, de la tarde. Buen aire tiene el mozo, no podía dar unidad ni ligazón a bicharracos que no sabían de ritmo y que si descolgaban era de casualidad. No es justo que estña tan escaso de cartekes en plazas españolas.
3ª.- Los Victoriano del Río, ¿eran buenos toros? Sí. ¿Tenían presencia? Sí, incluso se diría que algunos habían que parecían de una sobrecarga artificial de presencia, como si se la hubieran completado con botox. Desde luego eran toros “para toreros”, para faenitas lucidas, no eran toros para Pamplona. Les faltaba esa cara de fiereza que produce miedo y empuja a la heroicidad. Hubo incluso alguno francamente pastueño como el colorado segundo que le tocó a Padilla, era el toro ideal para una feria de … pongamos de Benidorm (sin desmerecer a esa villa por supuesto)
Pero al final, lo que es la memoria y la fijación a lo placentero (para que luego critiquen el modelo de organización mental freudiano) nos quedamos con el 5º toro, el que correspondió a Fandiño. No fue solo el mejor de la tarde sino que con seguridad será el mejor de la Feria. Tenía bueno hasta el nombre, se llamaba “Español”, y está bien que por esas tierras donde parece que empiezan a temblar el reconocimiento de sus raíces salga un toro que enseñoree su identidad desde su nominación. Era un Toro que salió Torero y que llegó a Pamplona no solo a correr, sino a torear, y ¡vive Dios que lo cumplió!; se entregó de principio a final, se fue hacia los avíos cuantas veces se lo pusieron a su alcance (no demasiado bien por cierto), y se iba oliendo con su hocico la tierra que removía los bajos de la muleta. Ivan Fandiño solo tuvo que ser valiente, el toreo lo puso el toro.
A mí me parece injusto y asimétrico el premio, pues mientras el torero salía a hombros, por la Puerta Grande y con nuevos contratos a firmar, la vuelta al ruedo que recibió Español no subrayó demasiado bien sus méritos.
El torero con éste y con una oreja que había arrancado al primero por una cogida escalofriante, pero de piel hacia fuera, que siempre enternece al público y le vuelve proclive a la prodigalidad.
Juan José Padilla “el Pirata” que aquí tiene su Isla-madre no pudo desplegar sus velas para lanzarse al agua. Su primero se lesionó en la lidia, y su segundo era tan poca cosa que ni se atrevió a banderillearle por si le rompía.
Juan del Álamo venía a cortar orejas más que a torear; aleccionado por sus mentores no sé si para bien o para mal, pero desde luego buscando más contratos en su patria y evitar estar permanentemente en prácticas al otro lado del Atlántico, pensó más en las peñas que en su toreo, y trató de priorizar la emoción toreando cruzado en cercanías para ganarse la simpatía de los mozos y un airear de pañuelos que le aseguraran orejas para añadir a su curriculum. La espada malogró sus deseos. Nosotros le entendemos, pero creemos que torea mejor.
4ª.- Toros de Garcigrande y Domingo Hernández, o viceversa que es lo mismo.
Aunque un poco más grandes y exagerados de cuerna que los habituales, salvo el sexto, tampoco eran toros de Pamplona. Rozaban además la mansedumbre. Ya se sabe, las figuras son las figuras, incluso están por encima de la afición.
LOS TOROS:
Muy buenos para el encierro a pesar de ser la primera vez que lo hacán, fueron tan veloces que muchos mozos tuvieron que volar por los aires para acompañarles. Como no hubo aterrizajes traumáticos ni cornadas en su recorrido, el espectáculo salió de los más turístico. Otro año, ¡más!
En la plaza: 1.- El primero presentaba dificultades, demasiadas para las figuras, así que se fue a los corrales – vilmente muerto por los “caballeros por orden de su matador – al poco tiempo de salir. 2.- El segundo, no tenía muchas fuerzas, el Juli por aquello del contagio del fútbol hizo una faena a balón parado, mejor dicho, a toro parado, tapando la escasez de fuerzas del bicho. 3.- El tercero, dulzón de embestía, necesitó más descansos que carreras para llegar al final. 4.- El cuarto, cinqueño, mejoró a los anteriores tanto en presencia como en fondo. 5.- El quinto, volvió a necesitar de los cuidados paliativos del Juli para llegar a una muerte digna.- 6 Y el sexto un soberbio y noble toro en presencia, calidad y casta no fue adecuadamente aprovechado por Talavante.
LOS TOREROS
I.- Lo que más me llamó la atención de Finito fue su vestido de torear; iba de de rojo y blando, perfectamente adaptado a San Fermín, bonito para pasear Estafeta y probablemente para la pasarela Cibeles, pero un tanto dudoso para el toreo porque no llevaba platas ni oros, ni tan siquiera en el chaleco dorado que se tiene como signo de rol casi obligado para “el maestro”. Su ausencia me parece un enorme olvido o desprecio a Paquiro y sus normas de “discriminar en positivo” como se dice ahora el torero del simple majo en los ornamentos del traje. ¡Qué pena! que esto se dé en un torero de estilo tan dulce como él. Se asustó con su primero por su presencia y sus dotes de andarín y la forma de rematar echando la cara arriba, algo poco compatible con su tauromaquia; lo mandó asesinar en varas, fuñe obedecido y el público le abroncó con razón. Curiosamente con su segundo de más temerosa presencia por la cornamenta exagerada y bizca, que más que embestidas pegaba arreones y del que esperábamos trapazos, Finito fizo una muy bonita faena, eso sí, sin ligazón, a base de flashes de composición honda y hermosa; enseñó su arte porque otras cosas ya no usa. Los que le seguimos, quedamos tranquilos y satisfechos.
El Juli va “sobrao”, con cualquier cosa que le echen. Hoy por hoy puede con todos los toros que torea, domina y cuida al toro hasta hacer la faena que el público espera de él. Si el toro tiene defectos como la flojedad de los que le tocaron – exagerada en el quinto de la tarde – él se apaña para tenerlo en pie y hacer un toreo de cercanía y bragueta, de series cortas, alargando el lance y retorciendo la figura para lograr u conjunto muy efectista para los tendidos. A su segundo empezó a darle distancias de descanso y el toro se lo agradeció y le devolvió un lado izquierdo suficiente para hacer otra faena de dominio y buen gusto. Cayó otro premio. El Juli viene del hotel ya con una oreja, y si le va el capricho de la tarde, de la plaza o de los records, se saca otra sin trabajo para hacer Puerta Grande. Así pasó, por décima vez en esta plaza.
Y Talavante nos dio el tono estético de su cuerpo. Tal vez influido por el aquel del centenario del Greco y la identificación de su figura con los modelos del artista greco-toledano, tal vez atragantado por ciertos retratos de Picasso que últimamente mira para acercarse a la cultura, siente que su cuerpo es estética y modélicamente “actual”, y presta su body para hacer un toreo de cuerpo y escorzos realmente bonitos con su inocente tercer toro. Le salió bien, cuerpo cimbreado, desmayo romántico, cabeza perdida en sí mismo…, a su paisano Espronceda le hubiera encantado. Hizo además una suerte de matar tan lentamente ejecutada, tan ortodoxa y tan certera que merecía que la corrida se hubiera terminado ahí. No se podía estar más torero.
En su segundo se confundió. Era el mejor de la reata, en bravura, clase y nobleza, y ahí no sé por qué, se le acabó la inspiración artística y nos hizo una faena que intentó ser clásica y le salió lejana e insípida, sacando el toro hacia fuera, excesiva de pases sin emoción. Fue una faena muy por debajo del toro, y muy por debajo de Talavante que además mató mal. Se perdió una Puerta Grande que parecía anunciada. Peor para él.
5ª.- Los Jandilla; que aquí tienen fama de ser callejeros, golfos, perdularios, pendencieros que cruzan la calle navajas en mano, abatiendo mozos, brotando las sangres de carnes abiertas, de santo Domingo hasta la Estafeta, desde Mercaderes a la última cuesta que lleva a la Plaza cerrado la noche o abriendo la Fiesta. ¿a que suena bien?
Bueno, puesto vez no fue así, hubo carreras, sobresaltos, pero todo quedó en coscorrones; los mozos avergonzados caminaban a consultas de traumatología y no de cirugía que era lo esperado.
Pero fue una corrida de toros de y para Pamplona, con presencia, cuajo, fealdad y ese algo de bellaquería que hace que cada movimiento sea una página de novela de Stephen King provocadora de miedos e incertidumbres.
Con este libreto se vinieron a actuar tres monstruos que rugen valentía … y otras cosas.
Sebastián Castella, torea como le trata la vida, ahora le está poniendo una cara dulce y aquél gallito francés de antaño expone ingles y muslos en lugares más acogedores. Mantiene el temple, eso sí, y la elegancia altiva de los gabachos pero su toreo no busca terminar en el toro ni en los tendidos sino que intenta ver más allá …¿en la historia? Cést posible …. Su primero que tenía calidad y nobleza, también tenía las fuerzas justas para llegar al primer rosario, se arrodilló mucho, así que una vez pasados los primeros misterios, toro y torero firmaron letanías cercanas o “el juego del chocolate molinillo, corre, corre que te pillo” girando los dos sobre sí mimos. En la hora de la muerte Castella nos brindó una estocada extracorpórea digna del mejor cirujano vascular. A su segundo que era enorme, pero no peligroso, carente de fondo y que terminó pronto bastante “aguisantado”, Castella le dio más distancia para hacer un toreo muy “francés”, manierista, fácil, de mucho mando y temple, en mayor distancia gustándose a sí mismo y con la emoción olvidada del Aquí y Ahora. Bueno, estuvo correcto; nos alegramos de que le vaya bien en la vida.
Iván Fandiño, a quien le tocó un primer toro castaño de gran presencia, difícil, con un cuerno derecho imposible y uno izquierdo que requería de pies además de las manos, Fandiño hizo lo que pudo pero no pudo con el bicho. En su segundo no le mejoró el lote y tuvo que pelear (eso fue en realidad su toreo) con un toro violento, feo, que no humillaba, que derrotaba siempre por arriba no le pudo pasar con mando ni con gusto. Como es de Bilbao y esos nunca pierden una pelea apostó todo al final a bernardinas suicidas y a un estoconazo que le valió una oreja. La valentís siempre se ha premiado en esta plaza.
Y nos quedaba lo mejor, el dominio espacial de Miguel Ángel Perera, un extremeño licenciado en Cabo Cañaveral en eso de la geometría del espacio. No hay toro duro ni imposible, ni que sean grandes, sin humillar, violentos de embestida o fáciles, descarados de cuerna y de caminar cabeceando o calamocheando al final de cada suerte como le tocaron los de ayer. archa cabezo. Él ha cambiado las reglas del toreo, olvidada la primera: o me quita el oro o me quito yo, en uso abusivo la segunda: yo cito, templo y mando, Perera empieza a escribir la segunda: ¡Eh toro! ¡Aquí estoy yo! Ven, y sin espacios ni tiempos, Perera – una vez pasadas las bobadas iniciales de la espalda – comienza un muleteo que no es una sucesión de suertes, sino un continuum de venirse el toro tras la muleta de hipnosis cegadora, al ritmo que la cadencia de Miguel Ángel ponga pausas al mareo, a la distancia justa en la que la emoción se asoma al desbordamiento, y al aire de un temple tridimensional que no deja resquicios al toro para una colada propia de su especie. Solo toreo donde manda el Hombre, así de rotundo. Se llevó las dos orejas-ganzúa que abren todas Puertas Grandes, a un torero al que hoy por hoy, no vemos límite.
Con toreros tan valientes y con ganado tan adecuado al uso de triunfos, la Plaza de Pamplona ha deslizado el punto de incertidumbre a la suerte de la puntilla. También esto es nuevo. Antes la incertidumbre estaba en la salvación del torero, luego en la suerte suprema de la ejecución de las estocadas, de ahí se pasó a la del logro de un arte, y finalmente todo se ha superado en la suerte de la puntilla.
Sale el toro, lo pican (bastante), lo torean (aceptablemente bien) y lo matan (ala primera aunque fuera de la ortodoxia), y aquí es cuando viene la incertidumbre, cuando el más modesto (cosas de la Democracia – que diría Eustaquio -), el tercero de la cuadrilla al que solo se le atendía para silbarle en su par obligado de banderillas, ahora se le espera ansiosamente cuando se acerca al toro caído con la puntilla en la mano:
¿lo rematará? ¿cuántos golpes necesitará para ello? ¿aparecerá la lucha de clases o la envidia contra el jefe, y le amargará el triunfo y la tarde levantando al toro del suelo y enfriando al público?
Todas estas hipótesis posibles tardan a veces varios minutos en resolverse hasta el desahogo final de los tendidos. Hoy que tanto se apuesta, propongo generalizar este tipismo navarro para pensar y crear una “quiniela de la puntilla” que sirva para contener y dar salida a la afición al juego durante los veranos.
6ª.- Llegan los afamados FuenteYmbro con su dueño el Sr. Dn. Alejandro Gallardo acompañando su reata. Suele hacerlo. Quiere compartir el fruto de su trabajo, hoy debió de compartir una amargura que si se olvida habrá que buscar las causas en circunstancias ajenas al toreo.
Estamos en Pamplona, para quien no lo sepa en la Fiesta del Toro, aquí se exige un toro de presencia imponente porque lo importante es la imagen; y presencia la tuvieron los fuenteymbro, pero fuerzas, ninguna. Desde el 4º en adelante, cualquier plaza hubiera suspendido la corrida por floja; ya venían arrastrando el tren posterior desde los corrales (¿?) y según avanzaba la tarde o la lidia, se contagiaba esta “gracia” al tren delantero, y se iban al suelo o caminaban arrodillados, no sé si influenciados por el ambiente espiritual de la católica Navarra.
Así que si no hubo toros mejor no hablemos de ellos y pasemos – como excepción – a hablar de los hombres vestidos de toreros.
Juan José Padilla. Ya hemos dicho que este torero, aquí, torero-pirata, tiene en Pamplona su isla de Jauja. Todos respetamos a Padilla. A pocos hombres como él la vida les ha exigido de tal manera mantener con entereza el desaliento del infortunio y el sufrimiento de una rehabilitación ejecutada permanentemente en el límite del dolor y de la desesperanza. Supongo que solo teniendo cuerpo de atleta, alma de mártir y cabeza de torero esas pruebas son soportables. Padilla además de ser torero, que ya lo era y memorable antes del accidente de Zaragoza, es un mito, un estandarte de la esperanza humana, y Pamplona así lo entiende; por eso más que afición tiene “torcida” y ambos se alimentan mutuamente. Como Padilla es hombre honrado paga con todo lo que tiene el calor con el que se le recibe y pone lo que falta para dar una imagen de espectáculo a su presencia en la plaza, ¿qué no hay toro como en el primero? Pues a arrodillarse en los medios y a pasarle por el lado derecho que parecía on-way para el animal, que hay toro como en el 4º (un sobrero que intentaba hacer olvidar la invalidez del que salió en su lugar) y solo tiene potable el izquierdo, ¡pues a pasear con él del brazo por la calle San Nicolás! Padilla, Pamplona y Puerta Grande, no se conciben por separado. La gente bandeó estandartes de piratería, se tapó un ojo para que su santo no le deslumbrara y rememoró batallas ganadas al destino de la desilusión. ¡Bien por Pamplona y Padilla!
Pepe Moral, es un torero sevillano al que los carteles habían olvidado su buena etapa novilleril. Días atrás, Corpus en ristre, escribió su carta a los Reyes Magos desde la Real Maestranza de su tierra diciendo que era bueno y que se merecía un regalo. La herida de David Mora se lo brindó como sustitución. No pudo hacer nada con su primero, ya salido difunto de corrales. A su segundo lo sacó de la UCI porque no había camas disponibles y manteniéndole en lista de espera aprovechó su lado izquierdo para dar una lección de torería; tanta, que hasta dominó a un aburrimiento que se tendía por la plaza. Se llevó una oreja, se dejó un nombre. Bienvenido al clan de sevillanos con arte. Que los empresarios te sean propicios a tu provecho y nuestro deleite.
Jiménez Fortes, ya sabemos cómo es, torea en esa no-distancia al toro que o te acongojas, o desconectas porque no estás para esos trotes y piensas otras cosas. Por ejemplo, su traje verde…. galicia (¿?), descargado al más puro estilo Picasso-Dominguín, ¿para estilizar su figura? ¿para aliviarse a sus 20 años? Espero que le riña en casa su madre no menos torera que él.
Con su primero que asomó una cuna por donde cabían los valles del Roncal, de Baztan y hasta Roncesvalles, no se pud hacer nada porque se acabó en varas (como sus hermanos). Le tocó luego un toro de capa jabonera que siempre son un primor. Con ese color medio blanco, medio gris, y medio amarillo, extraño pelaje en esta tierra de morenos. Claro el chico es malagueño y por esas tierras suelen verse espectaculares modelos nórdicas que vienen con el aquél del turismo, y como tal se arrimaba por aquello de la “muesca exótica” en el revólver erótico. Todo estaba a favor de que la pareja hiciera algo creativo, después de las orejas de Padilla y Moral queríamos más. Y ¡hasta la orquesta de la plaza les puso el “España Cañí” para que se marcasen un pasodoble. Pero no resultó. El ligón no pilló carne, estaba demasiado entretenido en el espejo porque es muy reciente su salida de la adolescencia, La nórdica o era sosa o venía solo a pillar sol porque no se tomó en serio los envites y cercanías del muchacho o no le entendió su idioma. ¡vete tú a saber! Al final con un toro tan manchado de rojo-sangre como de morado-vino el vestido blanco de un mozo sanferminero, la pareja perdió su encanto y nosotros nos perdimos en ese silente estado depresivo que es el aburrimiento cuando la verdad de lo esperado se hace tan distante.
Como se ve mucha sociología y poca torería
Los Adolfos, merecen punto….y APARTE, aparte de apartarlos de nuestra memoria y de donde haya un espectáculo que se denomine corrida de toros.
Seis toros seis, seis estampas de animales que pueden dar miedo hasta con sus cabezas cortadas y colgadas en una pared, seis magníficos ejemplos de origen Saltillo-Albaserrada, cárdenos con tendencia a oscurecerse, de afilado hocico y patas ligeras, de inmensos cuernos entre cornipasos y playeros elevando al cielo su extensa cuna, y …. seis hermosos fracasos en nobleza, bravura, casta y ganas de pelea.
Porque fueron seis veces la misma historia, seis veces el mismo fracaso, seis veces la demostración pública de lo que no es un toro de lidia. Seis veces, seis, las que vimos la misma mala película. Toros que salían de tories y pasaban su tiempo a sus aires, desperdigando la vista y la atención o mirando inquisitoriamente al personal del tendido compitiendo con éste en su rol de observador no participante, seis bueyes imposibles de emplearse con el capote, a la defensiva en el caballo corneando sin empujar, absolutamente inmóviles para la muleta, sin fijación, sin casta alguna, y al final andarines o altivos infranqueables para ejecutar con la mínima ortodoxia la suerte suprema de su muerte.
Toros sin derecho alguno a ser corridos en la categoría una plaza como esta, indignos de una afición que cada mañana sueña con dar quiebros a demonios sueltos, y que no se merecieron nunca que tres toreros, tres hombres valientes con idoneidad patente para este trabajo, certificada a lo largo y ancho de toda la geografía taurina se jugaran, como lo hicieron, su vida o su futuro profesional. Diego Urdiales, Manuel Escribano y Alberto Aguilar escondieron sus miedos y se lanzaron hacia delante hacia delante más cerca de la temeridad que de la valentía en un gesto que les honra pero que sus toros no se merecían. ¡qué pena de muñeca dominadora perdida del riojano! ¡qué dolor de exposición del sevillano en aquel par al quiebro sobre el estribo ante esa simplonería! ¡qué triste derrame al pundonor del madrileño! Tanto contra nada.
¿se puede saber con qué meritos cuenta esta ganadería para ocupar puestos punteros en el escalafón de ganaderías bravas? ¿desde cuándo o qué afición se les ha dado seas de idoneidad para acudir a plazas de primera categoría? ¿desde cuándo el mal estilo en las acometidas se ha tomado por bravura?
Fíjese D. Adolfo si fue tan maligna, y de magnitudes tan grandes, la perversidad de lo que mandó a Pamplona que consiguió ..¡silenciar de aburrimiento a todas las peñas y personal de la plaza! ¿cree que esto es un mérito?
Es posible que yo tenga cierta manía personal a su divisa, pero incluso desde ahí, y en un lenguaje que creo políticamente correcto me permito decirle: …. Dn. Adolfo …. ¡váyase!
El último encierro había sido terrible. Soltaron los miuras que subieron la cuesta de Santo Domingo veloces como flechas, pasada la Plaza del Ayuntamiento en la curva de Mercaderes los dos toros salineros cayeron y perdieron la estela, uno de ellos, arropado por un cabestro y haciendo la goma llegó a seguirles con la vista, el otro no, “Olivito” – que así se llamaba la pieza – quedó varado en mitad de Estafeta, como un barco perdido en la noche en la incertidumbre de re-encontrar la ruta o un escollo donde acabar su andadura, (como siempre la duda o la lucha entre la vida y la muerte). Trabajo para los mozos, pensamos, pero no fue así. El miura fijó la mirada en el cuerpo pesado de un australiano venido a disfrutar sin límites, disecó sus hábitos y rasgó sus carnes por diversos sitios, el capote de San Fermín bastante hizo con salvar la muerte aquel ensañamiento, y unos metros más adelante, descolgó a otro que buscaba balcones imposibles en sus manos, lo zarandeó y le perdonó las piernas para salir corriendo. Los mozos-pastores y los pastores-mozos de carrera a compás y temple taurinos consiguieron finalmente llevarle a corrales. A Miura le llamaron para la última firma, y éste cumplimentó el requerimiento con su tinta de sangre.
La corrida después no salió demasiado boyante. El primero, escurrido de carnes y muy flojo de kilos, tenía cara de niño travieso pero sobre todo estaba tan carente de fuerzas que cada vez que su casta le pedía embestir su cuerpo resultaba excesivamente gravoso a sus patas y se iba al suelo. ¡qué vergüenza de miura caído! Javier Castaño (blanco y oro) que hoy le faltaba Adalid para enseñar, no enseñó otra cosa.
El segundo era otra cosa. Muy alto, un cárdeno-oscuro bravo y noble, se esmeró en sus embestidas como se esmeró Luis Bolívar (blanco y plata) en los lances. El conjunto, bravo y noble por ambas partes tuvo el mérito de la valentía y la gracia de un toreo elegante, mérito que se revalidó al final en la enorme tarascada que sufrió el diestro al entrar a matar y en la que el toro que hizo del traje una bandera deshilachada de paz, le rompió además alma y cuerpo que tardaron en componerse. Le dieron una oreja, tal vez era de mayor merecimiento.
El tercero que le correspondió a Esaú Fernández que vestía de blanco-vainilla y oro con cabos negros, (todos los toreros venían de blanco probablemente pidiendo la paz a la divisa). Toro poderoso, brusco, grande, de embestida poco clara y que fue haciéndose más oscura cada vez también resultó muy flojo. De todos modos Esaú no pudo con él, el miura se paraba en la mitad de cada acometida y el torero en la mitad de cada lance.
El cuarto, impresionó de salida, era todo un “tío”, cárdeno claro oscuro, alto, muy alto, y una cuna que se extendía de Roncesvalles a Tolosa, y parecía anunciar tormentas de valentía, pero solo era imagen, se quedó en el caballo baldado de los cuartos traseros tras la segunda vara. A partir de ahí no pasaba por ningún lado y terminó por los suelos. Esa vez Javier Castaño tuvo muy mala suerte con el lote.
En el quinto, hubo cambio de color, y saltó el primer salinero que era bonito a lo Rilke, es decir tenía la belleza de lo terrible pero no tenía clase. Se movía, siempre sin humillar y atacaba los avíos pero salía por arriba. Bolívar lo intentó porque tenía cerca la Puerta Grande y elaboró una faena deshilachada, como su traje, a media altura, corrigiendo sitios, con toda la voluntad posible porque se tenía ganada la simpatía de los tendidos. Una estocada robada al encuentro y que afeaba porque hizo guardia le impidió el premio. Salió muy valorado para sí mismo ¿y para los demás? ¿cuándo le toca pasar de héroe a torero? Ya va siendo hora.
Y por fin el sexto, el segundo salinero, la terrible navaja mañanera, de nombre “Olivito” para archivar en la memoria, porque aparte de su orgía asesina del encierro traía colgados un cortijo y muchos contratos de Despeñaperros pa’arriba. No hizo nada reseñable en el primer tercio y se mostró desconfiado y dolorido en banderillas aunque no impidió que se lucieran Tejero y Curro Robles, particularmente este último. Una vez llegado a la muleta del matador no se cansó de embestir con nobleza, humillando, repitiendo y mejorando su trazo en cada acometida, con un lado derecho muy bueno y uno izquierdo superior. Magnífico toro, parecía que había cargado con la responsabilidad de poner esa divisa otra vez en todo lo alto por la verdad de su peligro, su bravura y su clase. Esaú no se enteró el gran toro que tenía y le hizo una faena de capea pueblerina. Para matarlo, hizo – ¡fíjense bien! – seis estocadas seis, sin que pasara más allá del pinchazo bajo, y cinco intentos de descabello. Él también puso verdad al refrán de Dios, los mocos y las narices. ¡qué le vamos a hacer!
Mal final para un gris (cárdeno) día, pero desde luego menos triste que “El pobre de mí” de algunas horas después.
Dibujo 132.- Los Triunfadores de la Feria:
Arriba, los de Puerta Grande: Padilla, El Juli, Perera y Fandiño
Abajo, se quedaron en una oreja: Bolívar, Talavante y Miguel Abellán
Dibujo 133.- Participantes No triunfadores I
Dibujo 134- Participantes No triunfadores II
4 Responses to “San Fermín”
14 septiembre, 2014
Espontánea¡Sublime el cartel!
Cuando regrese del recuerdo de la feria que nos brinda, escribiré mi parecer.
21 septiembre, 2014
MercedesDel capotillo de San Fermín ha hecho un largísimo gabán de estampas taurinas. Francamente buenas las reseñas de esas tardes de la feria navarra. Felicitaciones.
28 septiembre, 2014
Una aficionadaUn disfrute ha sido advertir en sus dibujos tantos pases y soñar las faenas que nos narra. Especialmente la novillada que no ví. Me alegra saber de esas jóvenes promesas llenas de esperanzas, que contrasta con la menor presencia de jóvenes en las plazas y los vacíos que asoman en los tendidos.
Enhorabuena.
4 octubre, 2014
Eva¡Qué pinturas tan excepcionales! Extraordinario el cartel y geniales los retratos de los toreros. El texto un buen recuerdo que puede aliviar la cantinela del «pobre de mí…»